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Mujer y Asperger, la dura historia de Cristina

27 Abr

 Imagina que en cada lugar y en cada circunstancia tienes que parecer, fingir, ser actriz, tener tantos papeles como cada situación requiera. Imagina que el acoso más grande nace de tu familia que te señala como rara, gorda, diferente. Imagina el dolor por la incomprensión de los otros, de preguntarte continuamente el por qué de tanto rechazo… si tu familia te rechaza, qué puedes esperar del resto de los mortales…

 Nuestra protagonista, Cristina Paredero nació en Madrid hace 25 años. Acostumbrada desde pequeña a fingir, cambió varias veces de colegio y en cada uno adoptaba distintas personalidades e incluso cambiaba de peinado y de manera de vestir para ser aceptada por el resto de sus compañeros. Pero nada impidió el acoso escolar: «Me pasaba todo el día llorando por lo que sufría, y tenía alguna rabieta. Estas características les parecieron a mis padres extrañas y desde pequeña me llevaron a todo tipo de especialistas que basicamente veían en mí a una niña maleducada, rebelde y con problemas de desarrollo por no responder a las características estereotipadas tales como `las niñas son tranquilas, comparten sus cosas, no se enfadan ni lloran y no les gustan los libros´.  La gente veía que era diferente y ya desde la guardería empezaron a marginarme. Recuerdo estar esperando al autocar de las primeras y yo acabar en el último lugar».

 Tengo en la memoria mi encuentro fortuito con Cristina y Darko (su pareja) en un VIP en el centro de Madrid este último invierno. Estaba tomando café y  de repente asomó por la puerta una mujer estilosa, con un gorro de piel de estilo ruso, un abrigo a juego de falsa piel (es vegana y animalista), risueña, divertida, compartiendo con su chico un rato agradable como cualquier mujer de su edad. Al principio no la reconocí pero me alegré mucho de encontrármela, la había conocido en una charla en la semana del acoso organizada por Asperger Madrid donde había leido un manifiesto de la comisión de adultos con mucha soltura y personalidad. Sin embargo, su manera de vestir también ha sido un caballo de batalla: «En mi adolescencia mi estilo de vestir no era el socialmente admitido. Mi madre clasificaba mi forma de vestir como `hortera´. Me encantaban los colores vivos y fosforitos, la purpurina, el plateado y el dorado, los estampados, las lentejuelas y cualquier cosa que brillara. No me compraban nada de lo que me gustaba y si por alguna casualidad mi madre cedía a ello, al cabo de los meses desaparecía, según mi madre `te he tirado esa camiseta porque no te valia´,  `el pantalón se destiñó en la lavadora´… `se me rompió al cogerlo´o demás cosas por el estilo».Cristina Paredero

 Cristina es una de las mujeres más dulce, cariñosa, inteligente, intuitiva y educada que me he encontrado en mucho tiempo. Tiene los ojos grandes, vivos, hablan por sí solos. Se muestra empática y agradecida en cuanto alabas lo bien que escribe y lo valiente que es, su historia pone los pelos de punta. El diagnóstico definitivo de Síndrome de Asperger llegó después de una infancia desafortunada con una familia a la que ha renunciado y con muchas trabas sociales y personales. Forma parte de la comisión de adultos de la Asociación Asperger de Madrid. Escribe, tiene un blog personal, da charlas de discapacidad y género y del Síndrome de Asperger.

 La terapia con un buen especialista en TEA (Trastornos del Espectro del Autismo) es fundamental para salir adelante y tener herramientas para sobrevivir en un mundo muy difícil y lleno de dobles sentidos e ironías que a menudo a las personas con este diagnóstico les cuesta entender. Los Trastornos del Espectro del Autismo son alrededor de 4,5 más comunes en los niños que en las niñas. Estudios a nivel mundial muestran tasas de diagnóstico mucho más altas para los hombres que para las mujeres. Los estereotipos de género afectan negativamente a las mujeres con diagnósticos que en muchos casos son tardíos, tal y como cuenta Cristina: «A las mujeres en general y a las chicas TEA en particular, se nos trata de histéricas, exageradas y se tiende a la sobremedicación o a diagnósticos incorrectos y exagerados. En mi caso pasé por más de 10 psicólogos diferentes en toda mi vida que me dijeron que tenía problemas de soberbia, egocentrismo, histeria o que definitivamente estaba loca, tenía paranoia y esquizofrenia, y se llegó a plantear incluso mi ingreso en un hospital de día. Me recetaron todo tipo de ansiotíticos y antipsicóticos. Todo esto me llevó a tener una gran depresión y a la incomprensión en general que me llevaron a varios intentos de suicidio».

  Conozco a muchas mujeres entre las que me incluyo que trabajan su interior y se enfrentan a su realidad a través de terapia personal.  Me sorprende y se lo comento que a pesar de contar con una discapacidad intelectual reconocida, haya tenido la lucidez de desprenderse de la familia y cortar lazos, un hecho que a muchas mujeres neurotípicas nos cuesta y trabajamos en terapia: «Hago click en el momento en el que veo que estoy en la mierda y hay que sacar fuerza para luchar contra la mierda. La gente comete el error de idolatrar a los padres y pensar que les tienes que querer y perdonar por ello. Yo llegué a la conclusión de que con el maltrato no era así».

  Es fácil comprenderla después de una vida complicada con trastornos alimenticios, intentos de suicidio y la sensación de haber nacido en un lugar equivocado sin nadie que te entienda y  con falta de autoestima: «El peor comportamiento represivo por parte de mis padres fue que, debido a que había nacido con una importante asimetría mamaria, ellos me decían que nunca podría tener relaciones sexuales con un chico por no verme atractiva, que tendría que esconderlo el resto de mi vida, que ningún chico me iba a querer…» Llegado a este punto, las lágrimas recorren las mejillas de Cristina, la aprieto la mano, la escucho, me dice que parezco la madre que nunca tuvo… «mi madre me obligó a hacer dieta desde los 10 años, decía que estaba gordísima y que así solo lograba que se metieran conmigo, que a los chicos no les gustaban las chicas gordas, que si ya de por sí era rara, alejaba a la gente por mi gordura, que no era atractiva y que nunca nadie se fijaría en mí si no adelgazaba. En mi casa lo poco que tenían dulce era para mis hermanas. Incluso tenían un orden específico para colocar las cosas en la cocina para saber si había cogido algo… toda esta mentalidad contribuyó a que desarrollara bulimia durante casi 3 años».

  Sin embargo, contra los pronósticos de su familia, sí ha encontrado a alguien que la quiera como es, simplemente maravillosa, Darko, un joven con Síndrome de Asperger, con el que vive y comparte su vida. La sonrisa inunda su cara esta vez cuando habla de él, me cuenta como se conocieron en un curso y como empezó su relación que dura ya casi cinco años: «Al principio quedábamos y como no teníamos dinero íbamos a visitar museos que son gratis para las personas con discapacidad. Darko me dice que soy guapísima y especial. Él también lo es, es muy inteligente, habla muy bien inglés y está trabajando en atención al público». Se queja del tipo de trabajos a los que una persona con discapacidad aspira: «Las empresas en cuanto tienes discapacidad te ponen un tope. Te ofrecen puestos de jardinera, carretillero… cuando tenemos mucho talento para muchas cosas».

 Le encanta leer, sus libros favoritos son los de aquellos personajes que son monstruos como FrankesteinEl fantasma de la ópera que se curan con amor, se siente reflejada en su historia. Admira a Helen Keller, la primera mujer con discapacidad que pasó a la historia y a Temple Grandin, mujer con autismo que inventó la caja de abrazos.

  He quedado con ella para tomar algo, para que me haga una entrevista para su blog realidad TEA y diversidad y acabo también haciéndole una entrevista a ella fascinada con su historia. Después de nuestro encuentro me reafirmo, no creo en la discapacidad, creo en las distintas capacidades. La historia de superación de Cristina es un ejemplo, sobre todo porque por sí misma, con todas las dificultades que ha sorteado, ha tomado decisiones que una persona neurotípica nunca hubiéramos tomado y en este momento es feliz. Se declara feminista, luchadora por lo derechos de las personas con discapacidad y por todas las causas injustas. Merece por ello todo mi respeto y admiración, por su madurez, su discurso pausado, emocionado, por coger las riendas de una vida tan complicada, por su personalidad… Como compartía hace poco en un post que encontré por Internet, el problema no es la persona con discapacidad sino la visión de la sociedad de las distintas capacidades...