Archivo | noviembre, 2021

Los gozadores

11 Nov

Mi padre decía que «uno aprende a vivir justo antes de morir «. La fugacidad de la vida la tenía super clara, y nos enseñó a vivir en consecuencia. No digo que la nuestra fuera la mejor infancia del mundo. A mi padre le sobraba carácter y le faltaba implicación en nuestras cosas, pero a cambio nos enseñó a mis hermanos y a mí el significado del hedonismo, del disfrute. Recogimos el testigo cada uno como pudimos, creo que la que más se le parece soy yo. Después de su temprana muerte con 64 años tome conciencia de que el paseo por la vida es efímero, incierto y sorprendente. Me quedo como herencia el carácter  del padre más disfrutón del mundo, llevado con mucha honra y haciendo sobrados méritos para ello.

Mi padre era un tipo listo, guapo, un señor de voz grave, ojos verdes y pelo canoso, un seductor de manual, guapo hasta reventar, seducía en cuanto abría la boca, un tío simpático, de mundo. No tenía estudios pero tenía mucha labia, era un buen relaciones públicas, buen conversador, buena compañía y aunque no leía libros, leía muchos periódicos y estaba al tanto de la actualidad nacional y política. Además entendía mucho de vino, de la buena mesa y de placeres mundanos, cultura del vividor.

Algunos días llegaba a casa a las 7 de la mañana a acostarse y no venía del turno de noche de una fábrica precisamente, venía de recorrer salas de fiestas de Madrid, era representante artístico y si es cierto que era su trabajo, había una parte de ocio entremezclado. Nos cruzábamos algunas veces con él cuando nos levantábamos al colegio y  llegaba a casa con los ojos rojos de sueño y cierto olor a humo en su traje chaqueta. Por aquel entonces en las salas de fiestas madrileñas estaba permitido fumar. El decía «vengo de trabajar» y mi madre contestaba «eso no te lo crees tú ni harto de vino» y ese era el bucle de su conversación mañanera, que tantas veces escuché…

Cuando él y mi madre compraron la casa de campo a modo de inversión en una zona de Guadalajara cerca de Madrid, no le puso Villa Fulanito o Villa Menganita, le puso «Los Gozadores», todo un símbolo de intenciones de para que estaban allí. En modo patriarca con su bastón de madera disfrutaba de sus paseos por el campo, sus partidas de mus en el bar del pueblo, sus chatos de vino y supongo que del sexo con mi madre, (una vez les pille y fue la experiencia más traumática del mundo para mí, mis padres follando, nunca lo hubiera visualizado)… Allí hemos pasado momentos especiales, Navidades en familia llenas de luces intermitentes de colores, de calor, de buen marisco y buenos vinos, de olor a campo y chimeneas de leña en un invierno gélido con temperaturas bajo cero de la Alcarria. Allí hemos hecho fiestas de cumpleaños, de verano, celebraciones varias y ha sido mi retiro espiritual en épocas de depresión y de duelo.

No asistió nunca a ninguna reunión del colegio de monjas. De hecho si las monjas hubieran sabido en que ambientes se movia,  me hubieran echado del colegio… Sin embargo mi padre me enseñó a beberme la vida a su ritmo, a disfrutar de comidas en restaurantes exóticos con cubiertos imposibles para degustar las exquisiteces que pedía. Nos llevaba a pasar un mes de  vacaciones de descanso a hoteles con piscina cuando la cosa iba bien y tenía pasta, cuando la cosa iba mal nos decía «ahora no hay dinero para eso» pero quedaba suficientemente compensado con los lujos que nos brindaba en otras ocasiones. Así era mi padre de espléndido.

Igualmente para Reyes y cumpleaños éramos los niños más afortunados del mundo. El mejor regalo de mi vida y uno de los momentos más emocionantes de mi infancia fue cuando me llevaron mi madre y el  por sorpresa a una famosa tienda de Madrid a elegir un vestido de flamenco a medida, con zapatos de tacón a juego y todos los complementos, peineta, pendientes, pulseras… Lo tengo grabado como un momento estelar de mi niñez. Mis padres quisieron inmortalizar ese momento de alegría cuando recogimos mi vestido, con una foto de estudio en la que aparezco rubicunda y sonriente con los mofletes colorados de la emoción. Siempre he sido y sigo siendo de moflete colorado fácil sobre todo cuando me embargan distintas emociones. Para mi la alegría o la pena son sinónimos de moflete colorado incluyendo orejas si la emoción es super fuerte.

¿Quieres saber cómo fue como pareja? Un puto desastre… También fue un ejemplo para mí de cómo no deben ser las relaciones, lo que no debía tolerar en un hombre y la importancia de ser independiente económicamente (una idea que mi madre me repitió durante toda su vida y que tuve super clara viendo el percal), aunque con los años fue aplacándose y renunciando a sus juergas gitanas y perdiendo fuerza.  Se hizo más casero y más familiar.  La vida le pasó factura,  la tensión alta, su vehemencia, dos infartos…  maldijo su suerte porque nunca tuvo cojones para dejar de fumar. De hecho el tabaco acabo con su vida en un mes y medio desde que le detectaron, un cáncer de pulmón, supongo que los ambientes nocturnos llenos de humo y la vida sedentaria,  hicieron su efecto.. su muerte fue tan rápida como la velocidad de recorrido en su vida.

Cuando volví de un viaje a Nápoles y Costa Amalfitana en septiembre de 2005 y entre por la puerta de «Los Gozadores»  olía ya a enfermedad y a muerte, desconocíamos que en poco más de mes y medio mi padre nos abandonaría. Había descuidado el jardín y dejado crecer malas hierbas, la casa estaba sombría y con aspecto de película de terror. Lo que creíamos una depresión resultó un cáncer fulminante. No he podido volver a ver las fotos de mi último cumpleaños con él en el mes de julio, en octubre abandonó este mundo. Antes de hacerlo nos pidió que esparciéramos las cenizas por el jardín de «Los Gozadores» y nos meáramos encima, creo que alguno de mis hermanos cumplió está última voluntad, siguiendo sus deseos no hubo funeral… Ah y que el día de su duelo nos diéramos una mariscada en su honor, cosa que hicimos a lágrima viva pero hicimos… Si algo tenemos en mi familia es que no se nos quita el hambre con ninguna pena. Aquel día lloramos a moco tendido pero nos apretamos un par de botellas de vino blanco con su correspondiente mariscada.

No le perdono que me dejara en uno de los momentos más difíciles de mi vida, le necesitaba. Con el tiempo me he dado cuenta de que ha estado conmigo, me ha acompañado en decisiones importantes, su espíritu habita en mi, su presencia está en mi ADN, en mi alegría, en las ganas de vivir intensamente teniendo claro el presente por encima de todo… Siempre estuvo orgulloso de mí, de mi carácter luchador y de que me pareciera tanto a él aunque quería que estudiara medicina, yo que soy de letras puras!. Ahí no le pude satisfacer pero se que me abandonó este mundo orgulloso de mí.

¿Y mi madre? La primera persona que me enseño a odiar mi cuerpo fue mi madre. Me decía que era “guapa de cara” desmenbrándome de mi cuerpo y señalando lo imperfecto que era. Fui una niña regordeta y acomplejada, nunca me consideré guapa. Hasta hace poco, muy muy poco, me he empezado a querer, he empezado a querer mis pechos, mis piernas, mis brazos, mis hombros, mis pies… Años después derivaría en trastornos alimenticios para satisfacer a mi madre dentro de su insatisfacción de estar en una relación con un hombre que la restaba más energía de la que le aportaba. No la reprocho nada, en su educación patriarcal no entraba separarse de un seductor don Juan con cuatro hijos. Sobreviví como pude en un hogar con relacion tóxica y muchos gritos. Años después tuve que desaprender lo aprendido y aún sigo en proceso… La herida continua.

The Mad Cupid

4 Nov

He decidido retomar el blog casi por petición popular, este espacio donde he crecido y he sufrido a partes iguales. Entre el dolor y la alegría fluye la vida. Donde la razón y el corazón dialogan intensamente, aunque como mujer madura que soy, la racionalidad gana terreno cada vez más y afortunadamente.

Ya no corro detrás de quien no quiera estar conmigo, de compartir un momento especial de charla, un debate, una conversación o un vino reconfortante. Los momentos así no los comparto con cualquiera. Pero confieso que me he arrastrado alguna vez mendigando migajas de amor o de atención que ahora mismo no quiero… También soy capaz de abandonar un espacio sin pedir perdón por ello, si el ambiente se torna violento para mi, creo que es justo y necesario para mi autocuidado y el de cualquiera.

Me he dado cuenta que una de las cosas más sanadoras y que más alegría me aporta en la vida es la escritura, la escritura feminista, con perspectiva de género, no puede ser de otra manera. Si algo me ha hecho mi propia experiencia vital es ser cada vez más feminista, más sensible a las diferencias y con más conciencia social. Mi maternidad, dolorosa y mística en modo revelación, me ha hecho ser como soy, doy gracias al destino porque Guillermo me haya elegido como madre, me ha hecho más fuerte, más humana, más luchadora, no se como sería ahora sin él pero creo me gusta el punto en el que me/nos encontramos. Después de esto pocas cosas me dan miedo, si acaso la soledad compartida, gélida y destructiva… Me aterroriza…

Mi alma de escritora pide paso, tengo muchas cosas que contar, por simple acumulación de tiempo. Me resisto a los 51, a abandonar mi juventud aunque si soy sincera confesaré que nunca pensé en estos años con tanta plenitud y alegría (previo paso por terapia algunos años)… Ha sido un proceso largo y duro y de revisión permanente pero necesario para entender por qué a mi…

Ahora solo quiero caminar bien acompañada, tranquila, firme, con personas, lugares y lecturas que me aporten. De vez en cuando abandono la lectura, mi cabeza entra en ebullición y necesito descansar, demasiadas ideas se entrecruzan, proyectos inacabados y proyectos futuros. Me confieso también obsesa del disfrute, he somatizado tanta pena durante años que cada momento es bueno para desquitarse, para desprenderse de capas de piel quemada… Vivir con la intensidad, la alegría y la adrenalina de no saber lo que va a pasar, salvo lo previsible del día a día, ese es mi mantra, aquí y ahora.

De momento este blog seguirá siendo autobiográfico y lo mezclaré con relatos, algunos personales y otros no, con la idea de finalizar algún día el libro de mi vida que no es ni mejor ni peor que la tuya, ni siquiera a lo mejor merece ser contada… Pero qué es la literatura al fin y al cabo sino la capacidad de sumergirse en otras vidas, identificarse, vivirlas como si fueran propias y amar u odiar a los personajes que rodean a la protagonista…

Y por último una reflexión sobre el amor (y aquí lo dejo de momento), ese tema pendiente en mi vida y en la de otras mujeres adictas a esta drojaína que a veces nos mantiene en una realidad paralela e inexistente. Recurro a una cita que ya puse en un post de Las relaciones igualitarias de la gran activista, escritora y feminista Kate Millet: “El amor ha sido el opio de las mujeres como la religión de las masas. Mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban”… Y aún ahora en pleno siglo XXI tenemos mucho que deconstruir para conseguir relaciones claras, sanas e indoloras. He pasado por distintas relaciones afectivo sexuales, algunas les quitaría incluso el afectivo, rupturas, duelos y no paro de aprender del ensayo-error, aunque tuviera 100 años.

«Y entonces el rebelde Cupido entendió el poder de su flecha. Se dio cuenta de que haríamos cualquier cosa que él quisiera asustadas de perderle. Como nos ocurre a veces, el amor no es un aliado, puede ser nuestro enemigo. Puede cegarnos de la realidad, negar lo que sentimos, nos deformará. Y cuando esto ocurra, prepárate, será un largo camino de vuelta hacia nosotras mismas» The Mad Cupid. TAKI 2021